Íñigo, a sus nueve años no sabe de tribunales ni de leyes, pero es capaz de resumir en una frase una de las claves del TTIP: “en Europa para vender un alimento, hay que demostrar que no es malo para la salud, en Estados Unidos se puede vender hasta que no se demuestre que es malo“.
Es triste ver que lo que un niño de primaria entiende, no lo quieren entender quienes nos gobiernan. O lo entienden demasiado bien y no les importa. Cuando en la Comunidad Europea se sientan a negociar el acuerdo TTIP, el CETA o el TISA (*), están hablando de nuestra salud y nuestra alimentación, de nuestro bienestar, del agua como bien público, de servicios básicos como la educación, de derechos laborales, de justicia… y del futuro de la agricultura y la ganadería en Europa. Y se sientan a negociar en secreto, dando audiencia a los lobbies y no a la sociedad civil.